Tomar la decisión de cortar la rutina laboral y canjearla por días en la playa con amigos es fácil. Uno imagina levantarse temprano, ponerse el traje, y en mi caso andar por Capital y Gran Buenos Aires con calor, buscando y encontrando a quien venderle un celular, y lo contrasta con levantarse a cualquier hora, ponerse el traje de baño (algunos le dicen malla, pero me enseñaron que así no se dice) ir a la playa y estar panza arriba, hasta que la transpiración mezclada con la arena y el bronceador (en mi caso -y debería ser el de todos-protector solar) obliguen a una incursión en el mar, y la respuesta es obvia. Me voy a la playa!!!
Pero está bien planteada la elección en esos términos? A mi entender uno compara el peor día laboral, contra el mejor día de playa. Y en muchos casos, en la mejor playa, con la mejor compañía, y con un Casino generoso, que hace que uno vuelva con más plata de la que llevó. Pero esa no es la realidad.
Quiero tratar de poner los puntos sobre las Jotas (me cansé de que las discriminaran, y sólo le coloquen puntos a las íes, joder) y ampliar el panorama para que la elección esté un poco mejor analizada.
En primer lugar, al no ser las vacaciones anuales, uno trata en un fin de semana largo, ser un poco austero y guardarse el dinero para las vacaciones planificadas (en mi caso no las armé todavía así que si alguien se quiere sumar, aunque sea a tirarme ideas, bienvenido). Por lo que lo más probable, siempre hablando de turistas promedio, que el lugar elegido o encontrado, no tenga las mejores comodidades.
Cuando hablo de comodidades, ¿a qué me refiero? Por empezar, en lugares que son para 4 metemos 6 o 7 personas. Total, son 2 o 3 días y uno se la banca. Acá, ya empieza a cambiar la ecuación. Recuerdan la comparación original? Bueno, cuando uno mete 7 personas en una casa para cuatro, lo más probable es que no podamos levantarnos a la hora que querramos. Siempre hay alguno que a las 8 de la mañana necesita hacer su pis matutino. Otro que palmó temprano la noche anterior, apenas ve un rayito de sol, se levanta para no perder horas de playa. Ni que hablar de los ronquidos, o de los que duermen en el living, cuando el que se levanta temprano, no sólo quiere ir a la playa cuanto antes, sino que además, quiere ir desayunado. Como no te quiere prender la luz ni levantar las persianas, hace todo a oscuras. Yo recién levantado, sin prender una luz, y en un territorio que conozco como mi propio hogar, no logro ir a la cocina, sin golpearme la tibia con algún mueble mal puesto, así que imaginen en casa ajena? No te despiertan con la luz, pero la percusión es indibujable.
Pero por otro lado, cuando uno está en un lugar con playa, se olvida de la ecuación original de dormir hasta cualquier hora. Uno que va por dos días, quiere sacarle el máximo provecho a la playa, por lo que uno se programa para cuando ve un rayito de sol colarse por alguna ventana, o cuando vemos a algún acompañante que se prepara para la playa, aunque tengamos los ojos sellados con lagaña y ganas de dormir por lo menos 2 horas más, le ponemos huevo y nos levantamos con la misma obligación que encaramos un día laboral. Y si después se nubla? Yo no puedo volver a la oficina, más blanco que cuando me fui. Esos son los dos pensamientos implícitos en el hecho de levantarse temprano o hasta poner el despertador en las vacaciones. Porque otra cosa, el índice de disfrute de las vacaciones está dado por el color que uno toma en el cuerpo. Un veraneante blanco es sinónimo de malas vacaciones. Aunque al que se le nota el bronceado, haya tenido que dormir parado o no se haya podido poner una remera a la noche o estuvo sin apoyarse durante 1 hora, esperando que el maldito post solar se absorba en la piel.
La segunda cuestión en cuanto a comodidades, está dado por las camas, colchones, sábanas y frazadas. Por algún motivo que desconozco, los dueños que alquilan casas de veraneo, invierten en camas y colchones, $0. Lo otro que es real, es que cuando uno va al placard en busca de una sábana y frazadas, sospecha que anteriormente fueron utilizadas para envolver muertos recién difuntos.
Imposible dormir hasta cualquier hora, porque entre el colchón y la ropa de cama, de lo mínimo que uno sufre es de pesadillas. Las pulgas que sobrevivieron todo el invierno en las frazadas sin usar, famélicas y cansadas de comerse unas a otras, ven en nuestros cuerpos rellenitos, un manjar al que no pueden resistirse. Y mierda que no lo hacen. Por eso, la mayoría de la gente no pone despertador en las vacaciones, porque sabe que no va a poder dormir hasta tarde. Y dado que el colchón, cuyo grosor no supera el ancho de una feta de pan lactal te deja la espalda totalmente inutilizada, los primeros soles del día se dedican al masajista que te deja la espalda en condiciones de disfrutar el día como corresponde. No, no, no... Miento. El masaje no te dura todo el día. Te dura hasta que llegaste a la playa, ya que la carga de la heladerita, la sombrilla, las reposeras, los bolsos con cremas, toallones y abrigos, devolvió el estado de la espalda a antes del masajista y a después de las pesadillas y las pulgas.
Acá es cuando te ponés a pensar que todo el dinero gastado en masajista, te hubieran servido para realizar el upgrade y alquilarte una habitación de hotel mucho más cerca del mar y con servicio de reposeras y sombrillas.
Leyeron arriba el detalle de lo que contenían los bolsos, no? Abrigos. La ecuación original comparaba un día de trabajo con un día de playa en la mejor playa.
Un estudio científico y vaya a saber por qué fenómeno climático, detectó que el agua del mar en la costa argentina se encuentra 5ºC por debajo de la media de los últimos 30 años. Sí, escuchó bien. El agua del mar de la costa argentina, sirve para desinflamar. Tiene efectos analgésicos. Y convierte en azules violáceos a aquellos que osan mantenerse dentro de las mismas, más que el tiempo que dura un chapuzón.
Cuando el viento produce fuertes impactos de arena contra nuestro cuerpo y se tornan insoportables, Cuando ese mismo viento genera la persecusión de gorros, remeras y sombrillas zigagueando entre la gente, y te hace sentir jugador de primera en plena pretemporada y cuando el ardor del sol, torna inevitable volver a ponerse protector con arena exfoliante en el cuerpo. Todavía falta lo peor. Muerto de hambre mordiste un sandwich de lomito completo, y todo lo completo que acompañaba a la carne y por lo que te cobraron un adicional importante, cayó completamente a la arena. Ahí, mientras tus amigos se ríen, y te inventan la historia de que por alguien como yo, que estaba comiendo algo entre dos panes en la playa que se le cayó a la arena le pusieron SANDwich al sandwich, se produce lo inevitable. Las famosas ganas de ir al "baño". En cualquier playa del mundo se resuelven entrando al mar, haciendose el boludo, orinando tranquilo y sin la necesidad de sacudirse nada. Ahí uno vuelve, dice: "qué buena que está el agua" y listo. Asunto resuelto. Acá no. Acá, sabiendo que el agua está helada, se pone las ojotas, y arranca la caminata de 300 metros hasta el parador.
Acá abro un paréntesis para preguntarme otra cosa que no entiendo: si el mar está helado y uno no se va a meter, para qué nos instalamos pegado a la orilla, con el objetivo de no quemarnos cuando vamos al agua (cosa que no va a ocurrir dada la temperatura) y no pegados al parador?
Cierro paréntesis. Llegás al parador y el cartel gigante dice. "Orinada $2, lo segundo $5 (incluye papel higiénico." Obvio que no llevaste plata para ir al baño, pero lo segundo es más importante. Uno por principio, no paga por ir al baño, así que uno regresa al grupo, y comenta: esta caminata me dio calor, así que me voy al agua. La cara que uno pone, y todas las contracciones del cuerpo al ingresar al mar, y mientras se van superando zonas críticas, le muestran al mundo que uno no está disfrutando la excursión. Con el agua apenas superando la cintura, uno se queda inmóvil lo suficiente para hacer lo que se tenía que hacer y se vuelve al grupo. No sé por qué uno hace el comentario de que el agua está helada pero una vez que uno se mete, está hermosa y no se siente. (no se sienten las extremidades, no se siente nada).
Igual siempre hay alguno que te dice: "te morías de ganas de mear, no??"
Por lo que después de dos días completos de playa, de no dormir cómodo, de sufrir dolores de espalda, y de haberse bañanado con agua fría y sin presión (el termotanque de la casa está preparado para aguantar 3 duchas seguidas, pero nunca 7) y aún con arena en el cuerpo, dado que la ducha no cumplió su función. Todavía queda manejar a la vuelta, unas 4 horas. Uno llega a su casa y abraza a su colchón, está muerto como para pegarse una ducha, pero sabe que a la mañana siguiente la va a disfrutar como nunca. Mira el almanaque y empieza a tachar los días que faltan para las verdaderas vacaciones.
Ahí, la ecuación será distinta!