No importa si es la de Bronce la de Plata o la de Oro.
En ese instante en el cual te asegurás que alguna de esas medallas será colgada en tu cuello y que la bandera de tu país, será izada gracias a tu esfuerzo personal, miles de imágenes se te cruzan por la cabeza, en medio de un llanto que n0 es igual a otros llantos.
Las veces que te levantaste temprano, y a las 7 de la mañana estabas entrenando con frío, lluvia o con un calor insoportable, porque a más tardar a las 10 tenías que entrar a trabajar.
El difícil momento en que dejaste el trabajo que te daba de comer, para internarte en la aventura de vivir siendo deportista amateur de alto rendimiento.
La incertidumbre de saber cómo ibas a hacer para mandar a tu hijo al colegio, o con qué lo ibas a alimentar.
La primera vez que recibiste un par de zapatillas, a cambio de que la marca de las mismas figure visible en algún lugar de tu ropa.
El día que te tomaste un micro, para competir en una provincia y tu presupuesto sólo alcanzaba para que fueras solo.
La primera vez que ganaste un premio, y no veías la hora de llegar al hotel para poder llamar a algún familiar para compartirlo con alguien.
El día que sentiste que tanto esfuerzo, tantas horas de sacrificio, valían al pena.
La invitación para competir en el exterior, que tuviste que rechazar, porque no tenías firmado el permiso de tus padres para salir del país, y mucho menos para costearte el pasaje y la estadía.
La primera vez que pisaste el Cenard, y conociste a otros deportistas, que como vos, luchaban contra los oponentes, contra el reloj, contra los obstáculos, pero también contra la falta de apoyo y de presupuesto para desarrollar la actividad de manera natural.
La tarde en que mirabas por televisión las imágenes de un Juego Olímpico y te propusiste algún día estar ahí.
Las peleas con los funcionarios de la Secretaría de Deportes, para lograr una beca, que te permitiera dedicarte full time al deporte, y vivir de forma digna.
El momento en que metiste la tarjeta de débito en el cajero, y encontraste el primer depósito realizado en tu cuenta, producto de tu actividad deportiva.
Cuando saliste del país para competir y apenas podías vos solo cargar con tus valijas, los elementos necesarios para el desarrollo de tu disciplina, hacerte entender en castellano y ahorrar en los detalles más chiquitos, para que te alcance el dinero para toda la estadía.
El instante en que conseguiste la marca necesaria para participar de un Juego Olímpico.
El momento en que en el Aeropuerto, te despedías de tu hijo, y del resto de tu familia, y sabiendo que ibas a estar casi un mes a 11 horas de diferencia y a miles de kilómetros, y aún así pensabas que seguía valiendo la pena el esfuerzo.
Cuando te diste cuenta, metido en la Villa Olímpica, que en todo el Mundo, en mayor o menor medida, con más o menos dinero, con más o menos apoyo de las empresas y los gobiernos, miles de personas en algún momento de sus vidas habían tomado la misma decisión que vos, y estaban igual de felices que vos.
Todo eso significa el llanto que estamos viendo, a miles de kilómetros por la tele. No importa lo que dice Bonadeo. No hace falta escucharlo. Y vos sabés que todo eso que está reflejando tu llanto, es cierto. Y te juro que no estoy adivinando.
Todos los que amamos el deporte, sabemos de qué se trata.
1 comentario:
Hola Hernán.
Me puse al día... me lei todo.
Como las criticas de cine... Increible, desopilante, te vas a reir te vas a emocionar...
Sin dudas es el mejor blog de todos aquellos realizados por personas que se han operado de ligamentos cruzados de la rodilla izquierda.
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