miércoles, 16 de julio de 2008

Un día común... un día común?

Estaba de novio en esa época (mi primera novia) y en las vacaciones de invierno, se nos ocurrió ir con un grupos de amigos y amigas a pasar el día a una quinta. Creo que por Muñiz, pero no estoy seguro. Un día de vacaciones de invierno común y corriente. Juegos de mesa, mate, música, algún fulbito mixto. Nada del otro mundo.
En esa época, las casaquintas, con suerte tenían teléfonos. El Celular si bien no era un lujo, no era lo masivo que es hoy. Esa casa de fin de semana, tenía tele, pero no cable. Tampoco le dimos mucha bolilla, porque no tenía videocasetera (DVD, era una palabra muy utilizada cuando a mi me daban chocolate y no quería convidar, pero nada relacionado a películas o series). Tampoco nos íbamos a ir a una quinta a encerrarnos a ver tele, no?

Con mis viejos me manejaba de manera independiente, por lo que si le dije a mi mamá como al pasar que me iba a una quinta, debe haber sido mucho. Ni de casualidad dejé el teléfono de contacto. Si total iba y volvía en el día.

No me acuerdo si fue porque alguna chica habló con sus padres o qué pero a media tarde nos enteramos de la noticia.

Ese lunes 18 de Julio a las 9.53 de la mañana un grupo de personas, que 14 años después, no sabemos quienes, que 14 años después no está aclarado el cómo y que 14 años después nadie puede decir a ciencia cierta el motivo, decidió que el edificio de la AMIA debía ser destruido, y lo hizo con la seguridad que el inhumano acto iba a quedar totalmente impune.

Cuando prendimos la tele y empezamos a digerir con un poco de retraso todo lo que se estaba viviendo ese día a pocos km de allí y a unas 30 cuadras de mi casa, no hubo diferencias entre los presentes no judíos (todo el resto) y yo. Es rara la frase anterior. Pero es real. Ese atentado nos tocó a todos por igual, y en ese momento nadie me hizo sentir que se estaban solidarizando conmigo. En todo caso, nos estabamos solidarizando con nosotros mismos.

Cuantas veces a uno le dan ganas de matar a alguien, golpear a alguien, pasar un semáforo en rojo, apropiarse de algo que no es de uno, quemar algo propiedad de otro. Ganas, deseos... que en el 95% de los casos, quedan en eso.

Alguien ese día pasó el umbral del deseo, del odio, de la maldad e hizo... Hizo daño. Mucho daño a gente. Judíos, no judíos, argentinos, extranjeros, buenos, malos, profesionales, no profesionales, estudiantes, grandes, chicos, abuelos, gente, gente, gente... Ni más ni menos... Gente. Personas que murieron, cuyos familiares, amigos, y otros ciudadanos como yo que ni siquiera conocía a ninguna de las víctimas estamos esperando justicia. Pero más que justicia, antes estoy tratando de entender... ¿Por qué? ¿Para qué? Acciones y actos que están muy pero muy lejos de nuestra capacidad de entender y razonar. Muy lejos.


A esta altura y a mi por lo menos, poco me interesa si la impunidad vino dada por el gobierno, por la policía, por los jueces o por la interacción de todos o algunos de esos actores. Lo cierto es que 85 vidas quedaron enterradas entre los escombros de ese edificio. Y 14 años después de ese día que empezó como cualquier otro, 14 años después de un día de vacaciones de invierno común y corriente, 14 años después de un día de quinta, mate, música, juegos de mesa, y algún fulbito mixto, todavía no sabemos quienes, cómo y por qué lo convirtieron en uno de los días más tristes de los que me ha tocado vivir.

http://www.atentadodeamia.com.ar/victimas.htm

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